Por el Dr. Mario Gomzález Astorquiza
Publicada en Geotemas, Año XXXI, N° 14, 2002.
Nunca supe con exactitud, el momento en que empezó mi amor por la Geología. Es posible que cuando era un adolescente y pretendía establecer diferencias entre las «piedras» que hallaba en mi camino, estaba augurando mi futuro. Recuerdo que solía salir con mis hermanos y mis amigos por la tarde, a hacer una clásica excursión de la siesta en los pueblos. Las vías del ferrocarril eran nuestro camino preferido. Ibamos a nadar en una laguna, situada debajo de un puente que sobrepasaba las mismas, rumbo a Pergamino. Mi casa natal estaba y está sobre el ubérrimo humus de la pampa exento de rocas, tal vez por eso me llamaba mucho la atención la variedad que tenían las piedras que constituían el balastro de las vías del camino de hierro que nos llevaba desde San Nicolás de los Arroyos a Buenos Aires.
Algo hubo en el futuro que tenía asignado, para que un querido y legendario amigo, frecuente visitante de la casa de Sarita, me indicara que en la Universidad de Córdoba existía un Profesorado de Ciencias Naturales con la especialidad en geología, donde, pensó, interpretaba mis vocaciones líticas. Lejos estaba de imaginar, que era el principio de las cosas y que en esos claustros centenarios, iba a encontrar mi destino. Así fue. Allí aprendí y quedaron para siempre huellas imborrables de los geniales Ameghino, Darwin, Linneo,… y maestros como Seck, Fernandez, Spegazzini, Feruglio, Frenguelli, Bodenbender, Stapenbeck, Windhausen, Brackebush, Olsacher, Bracaccini….
Así, sin saberlo, desde Córdoba me seguía enamorando de Sarita y de la profesión que fue gran parte de mi vida. Conocí, fui alumno, de un gran maestro de esta apasionante ciencia, nuestro inolvidable profesor y amigo, el Dr. Juan Olsacher, uno de los grandes olvidados de la geología Argentina. El nos enseñó a querer su ciencia y a descubrir los misterios de estos silentes testigos del plante de habitamos. Y así, se me apareció en forma sorpresiva, un nuevo mundo de conocimientos: las fallas, las placas tectónicas, los anticlinales, los sistemas cristalinos, la diorita, el piroxeno, la mica, el epidoto, las discordancias, las terrazas, los cálidos volcanes, los equisetos del Carbonífero, el pesado vuelo del arqueopterix, los foraminíferos, las geodas, el sistema triclínico, los trilobites…..
Conocí un inolvidable amigo, el Chango Fort, noble y complaciente salteño con el que transité todos los estudios, amores e inquietudes. Nuestro gran padre – YPF – nos becó y pudimos conocer la geología argentina en sus ámbitos más diversos. Córdoba, la del recuerdo, fue el punto de partida de esa gracia.
Vivimos nuestra primera experiencia en el aterciopelado cerro de San Antonio de los Cobres con sus noches estrelladas y despiadadamente frías y aprendimos que su origen era producto de tremendas convulsiones de la tierra. Que algunas de sus prominencias de deben a viejos y nunca apagados volcanes, y que las sierras pampeanas eran el resultado de la fractura de un enorme batolito, que la meseta patagónica fue fondo de un mar donde una vez elevado hacían sus correrías enormes cuadrúpedos, que la cordillera de os Andes fue, en pretéritas épocas el fondo de un mar, donde convivieron los moluscos, los corales, los tiburones, los teleósteos….que las sierras de Tandil y Ventana son tan viejas como la Tierra, que existía un continente único que Wegener lo llamo Gondwada, que los Himalayas son coetáneos de los Andes que …cuánta maravilla, cuánto conocimiento!!!!!!
Todo lo aprendí, de los herederos de los próceres geológicos, cuya dinastía intelectual inició Sarmiento al fundar la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba. Todo un lujo para un grupo de privilegiados del que formé parte!
Finalizando la década del cuarenta y ya geólogo integré el equipo perforador de dio a luz al petróleo en el denominado flanco sur, revitalizando la cuenca del golfo de San Jorge y que consagró el valor de la investigación geológica en la prospección de hidrocarburos.
Me casé con Sarita din darme cuenta de que siempre fue mi novia. Dos hijos extraordinarios nos dió la vida que aún los disfruto después de 57 años de casado
YPF, el de la mística de Mosconi fue parte importante de mi vivir, al que amé, amo y amaré. Conocí personajes, amigos, satisfacciones, pero tuve un desliz, me recibí de abogado!
Tal vez pretendía conocer el valor de ser geólogo y como arrepentido y queriendo castigarme por la infidelidad nunca ejerci derecho.
Nací con el amor por la tierra (afectio gelogicus), condición innata que hacía que investigar las piedras de mi camino cuando pasaba sobre ellas.
Conocí, leí y hablé con maestros de la geología. Obligadamente debo mencionar a los que rindo admiración y respeto: Fossa Manccini, Feruglio, Keidel, Herrero Ducloux, Bracaccini, Suero, Bodenbender… y tantos otros que dieron lo mejor de ellos en aras de la patria y de la espectacular geología argentina. Es posible que en mi relato haya olvidado mencionar otros ilustres nombres, vaya mi perdón y mi recuerdo cariñoso y agradecido para ellos, que abrieron la ruta del saber geológico, de este amante de las montañas que sin volar a la altura de los cóndores huyó de la pequeñez de la tierra.
Este mensaje, relato sintético de una vida solo pretende hacer un ruego a las nuevas generaciones de vocacionados por la tierra, para que se incorporen al acerbo geológico dando apoyo a nuestro Consejo Profesional.
Reseñaré un pequeño relato de su historia… Eramos pocos, pero existíamos, el espíritu gregario del hombre nos obliga a convivir. Nuestra Constitución en su preámbulo nos lo exige. A mediados del siglo pasado ya empezamos a ser más, las industrias, sobretodo la de petróleo nos necesita. YPF demanda gran cantidad de profesionales, la vieja Dirección de Minas también nos necesita, la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Banco de La Nación, el Banco de Desarrollo, las Direcciones Provinciales de Minas y el espectacular despertar del aprovechamiento minero … y así debemos ser más, no mucho, pero más!
La profesión nos exige que nos asociemos, demostrar que existimos, que valemos, que podemos ser útiles, que nos defendamos…
En Buenos Aires comenzamos a charlar, a reunirnos. Intentamos crear una agrupación, un centro, algo que nos identifique y nos cobije. No fue fácil, pero algo se logra. Monteverde, Vallina, Storni, Simonato, Torres, Criado, Torrea, Cefaly …. la enumeración es difícil y la memoria se ocupa por olvidar inolvidables. Las condiciones son propicias, somos bastante o suficientes y de aquellas primigenias reuniones en el Museo Angel Gallardo, la calle Olazabal o en algún lugar ocasional, nace por fin la primera asociación: el Centro Argentino de Geólogos!!. Su personería gremial nos permite peticionar como ente jurídico. Ya arrancamos. Nos falta nada más y nada menos que un lugar físico para desarrollar las actividades, y una ley que nos proteja. Pero el movimiento había comenzado! Los residentes en Buenos Aires encontramos un local que nos podría ser útil. Con algo de audacia, lo compramos. Logramos que nos descontaran mensualmente una cuota de nuestro sueldo para pagar la sede. Y también con el importante aporte financiero de otros colegas. Este recinto de la calle Maipú, fue una realidad! En ella se integran casi al mismo tiempo la Asociación Geológica y la Paleontológica. El Centro también. Lamentablemente este último deja de funcionar.
Y por fin la ley nos protege y hace realidad el Consejo Profesional de Geología convalidando y legalizando nuestras aspiraciones. Tiene la potestad de regular la profesión en el ámbito nacional y es actualmente la entidad que otorga la habilitación para ejercer la geología.
Esta agrupación comenzó a funcionar legalmente en el año 1963. Era el principio de las cosas. Pero la tarea aun no estaba completa, ni tampoco terminada, luchábamos y luchamos contra la incomprensión de algunos colegas, de reparticiones contratantes y también por qué no, las grandes distancias.
Todavía tenemos dormida la idea de asociarnos con fines útiles, requisito indispensable para la defensa de nuestra profesión. Pensábamos y pensamos que el Consejo será el catalizador necesario para concretar la idea de estar unidos. Aún estamos a tiempo, podemos recapacitar, repensar, intentar de nuevo soñar con la integración total, la unión, que fue causa y motivo de nuestras ambiciones. Tal vez sería conveniente modificar la Ley para adaptarla a las necesidades actuales.
Finalmente estas líneas con carácter de afectuoso ruego están destinadas a todos los colegas para que sean solidarios con la profesión y concreten la idea de integrar el CONSEJO SUPERIOR PROFESIONAL DE GEOLOGIA
Dr. Mario González Astorquiza
Miembro Pionero CSPG. Matric. Prof. 26